Nuestra sociedad, embriagada hoy por su propio progreso tecnológico, ha ignorado ya por mucho tiempo los ritmos orgánicos de la vida. Este sistema de desarrollo, construido sobre la promesa de una productividad inagotable y una vitalidad simulada, nos ha alejado de nuestra propia naturaleza. El ordenamiento artificial de nuestro tiempo y el relato dominante que exige sumisión emocional al modelo, han generado una fractura psíquica y emocional profunda; La depresión. En este contexto, no solo es una enfermedad aislada, sino el grito silenciado de un alma agotada de sostener una vida que no le pertenece.

La Depresión como Rito Iniciático.
El colapso de esta máscara, esa «batalla del ego», se convierte en un umbral. Cuando el individuo ya no puede sostener la simulación, el ego se quiebra, y esta fractura se revela, paradójicamente, como una puerta hacia la verdad. Siguiendo la sabiduría ancestral tibetana por ejemplo, podemos entender a la depresión no como un final, sino como una pausa sagrada del ser, un descenso al inframundo de nuestra propia conciencia. Es el momento en que el alma, exhausta de fingir, se retira a una cueva interna para reencontrarse con su esencia.
Visto desde este saber entonces, este descenso no es patológico, sino iniciático. Nos llama a «naturalizar la conciencia», a reconectar con nuestros propios ciclos biológicos y a honrar la realidad de nuestro ser mamífero. Este camino de reencuentro y de sanación no reside en la búsqueda de un salvador externo, sino en la acción consciente y en la humildad de abrazar nuestra vulnerabilidad. La solución no está en seguir recetas, sino en cultivar un cuerpo emocional vibrante a través de la honestidad radical consigo mismo.
La depresión es, en su esencia, la verdad pidiendo espacio para manifestarse. Es el alma que, cansada de la simulación, nos invita a un camino de regeneración, donde el agotamiento que sentimos es el reflejo de una vida vivida en la desconexión por años, entonces, la salida no está en soluciones mágicas, sino en emprender un camino de recuperación en el autoconocimiento que nos libere de la matriz patronal del «parecer ser» y nos permita, finalmente, vivir sin la pesada carga del fingimiento.
¿Cómo podemos empezar a escuchar los susurros de nuestro propio ser y honrar la verdad que anhela emerger?
Mi recomendación es que comiences por una de mis prácticas de recuperación y revitalización que te llevará al reconocimiento de tu nuevo potencial.
Claudio Arenas Vergara
9 de Agosto del 2025
